miércoles, 14 de septiembre de 2011

Liceo Bicentenario (parte 2)

El 2010, a pesar del terremoto, el inicio de las clases no fue tan malo. Los alumnos eran (son) espectaculares, todos ellos habían pasado por un proceso que había seleccionado a los que nosotros creíamos que eran los mejores. Sin embargo más de alguno se le pasó al colador, pero se fueron rapidito debido a la mala base que traían. Pero con la mayoría se podía trabajar de manera excelente.

La idea de un liceo de excelencia es hacer salir lo mejor de los estudiantes tanto académica, como valóricamente. Pero en esta versión lamentablemente, por la necesidad de resultados, se comenzó a dejar de lado el tema valórico, que para los colegas que creamos el proyecto era importante y constitutivo de aprendizaje. Fue tanto así que muchas veces me vi enfrentado a la directora como a los colegas nuevos por el posible estress en el que podían caer los chicos, y que al final podía terminar por acabar tanto con los alumnos como con el proyecto. Mis comentarios fueron desestimados.

Aún así, vino la contradicción mayor para mi. Los directivos se llenaban la boca que había que elevar el nivel tanto de las clases como del aprendizaje, pero cuando lo elevé un poco quedó el desastre debido a las bajas calificaciones que obtuvieron los alumnos. Lo que supuso que me llamaran para que me acomodara a las "necesidades" del establecimiento: mantener en alguna medida las notas que ellos traían. O sea, bajar el nivel nuevamente. Pero a pesar de que las calificaciones eran bajas, puedo decir en mi defensa que los chicos de verdad estaban aprendiendo, se preocupaban por sus tareas, investigaban, preguntaban y estaban muy motivados por ello, claro también preocupados por las bajas calificaciones.

Una de las anécdotas que más me molesta, es cuando la Jefa del Departamento Provincial de Educación fue de visita al Liceo y al ver que mi asignatura era la que tenía las calificaciones más bajas, me mandó a decir con la directora que "los alumnos no debían aprender todo". Obvio le pregunté a la directora si le había explicado mi metodología de trabajo y todo lo que hacía en pos del aprendizaje de mis estudiantes, pero obviamente se quedó callada, dando cuenta que en ningún momento me defendió.

De ahí en más sólo fueron discusiones en torno al proyecto original versus la realidad que estábamos viviendo. El momento más tenso ante esto vino cuando el establecimiento salió seleccionado entre los Liceos Bicentenarios a nivel nacional: nos juntamos a celebrar tal acontecimiento y todo iba bien, hasta cuando la profesora de Ed. Física (amiga de la jefa) tomó la palabra y felicitó a la directora por hacer el proyecto ella sola. Yo me molesté porque estaba marginando a los profesores que durante tres meses del 2009 habíamos ayudado a crear el proyecto, base del enviado a Santiago, por lo que pedí la palabra manifestando mi desacuerdo. Nuevamente no fui tomado en cuenta y todos (a excepción mía y de Claudio el profesor de Artes, parte del proyecto original) aplaudieron a la directora. Claro que días después, en privado, la directora me dijo que yo tenía razón... puf!! de qué servía en ese momento?? Recibes las felicitaciones públicamente, pero en privado confiesas que fuiste sólo parte de un proceso.

Después de eso, se vendría mi fin en el querido Bicentenario (continuará)

sábado, 10 de septiembre de 2011

Liceo Bicentenario (parte 1)

Hace tiempo que quería escribir esta entrada, pero mi rabia me lo impedía. Ahora que ya estoy más calmado por todo lo que viví en un Liceo Bicentenario, me dan ganas de escribir acerca de aquella experiencia. Como es mucho lo que tengo que decir, tendré que dividir esta entrada.

Recuerdo con cariño aquel septiembre de 2009, cuando trabajando en el IMCO (acuérdense que los nombres son cambiados para evitar daños a terceros) me llamaron del Municipio para una reunión. Yo pensé altiro que algún condoro me había mandado, pero al ver que llamaban a otros tres profesores de ahí, y uno de ellos con una muy destacada labor, descarté de plano esa opción.

Resulta que el DAEM tenía la idea de crear un liceo de excelencia en nuestra comuna, y quería que los 12 profesores congregados los ayudáramos con todas nuestras ideas y experiencias para mejorar la educación municipal, este trabajo extra no sería remunerado, pero con la condición que todos estaríamos trabajando en esa institución para el 2010. Todos nos mirábamos incrédulos de la gran oportunidad que nos estaban dando en bandeja, así nos pusimos a trabajar algunos con más ímpetu que otros, quienes se fueron al final de manera oportuna como veremos después. Me acuerdo trabajar con Pablo, profesor de Ed. Física; Marco, profesor de Lenguaje; Pía, profesora de Inglés; Claudio, profesor de Arte; y yo, que soy profesor de Historia, después de la jornada regular, quedándonos hasta las 21 horas, apurados por terminar luego el proyecto. Supimos también quién iba a ser la directora, que en ese momento me pareció la mejor elección. Y además se hizo una selección de los alumnos que ingresarían a esta nueva experiencia, tras lo cual nos presentamos todos los profesores, más la directora, en una ceremonia muy relajada y entretenida.
Hasta que por fin salió... Y todo era felicidad.

El infierno empezó el 2010. Junto con el terremoto, vinieron muchos cambios en nuestro proyecto original. Y también en nuestros compañeros: Marco se atravesó con la nueva directora, porque de un principio no aplicaba el proyecto que habíamos hecho, por lo que lo cortó; a  Pablo le aserrucharon el piso, quedando fuera del proyecto, y entrando la mejor amiga de la nueva directora; al profesor de música no lo llamaron, prefiriendo a un amigo de un concejal. Una pena porque eran grandes colegas y habíamos formado un buen equipo.

Lo peor fue que el municipio que nos había prometido el oro y el moro para llevar el proyecto a la realidad NUNCA cumplió con lo prometido. Todos tuvimos que poner de nuestras cosas (libros, fotocopias, instrumentos, etc) para que el Liceo Bicentenario empezara a funcionar. La excusa fue el terremoto.

Así llegamos al primer día de clases. (continuará)