sábado, 10 de septiembre de 2011

Liceo Bicentenario (parte 1)

Hace tiempo que quería escribir esta entrada, pero mi rabia me lo impedía. Ahora que ya estoy más calmado por todo lo que viví en un Liceo Bicentenario, me dan ganas de escribir acerca de aquella experiencia. Como es mucho lo que tengo que decir, tendré que dividir esta entrada.

Recuerdo con cariño aquel septiembre de 2009, cuando trabajando en el IMCO (acuérdense que los nombres son cambiados para evitar daños a terceros) me llamaron del Municipio para una reunión. Yo pensé altiro que algún condoro me había mandado, pero al ver que llamaban a otros tres profesores de ahí, y uno de ellos con una muy destacada labor, descarté de plano esa opción.

Resulta que el DAEM tenía la idea de crear un liceo de excelencia en nuestra comuna, y quería que los 12 profesores congregados los ayudáramos con todas nuestras ideas y experiencias para mejorar la educación municipal, este trabajo extra no sería remunerado, pero con la condición que todos estaríamos trabajando en esa institución para el 2010. Todos nos mirábamos incrédulos de la gran oportunidad que nos estaban dando en bandeja, así nos pusimos a trabajar algunos con más ímpetu que otros, quienes se fueron al final de manera oportuna como veremos después. Me acuerdo trabajar con Pablo, profesor de Ed. Física; Marco, profesor de Lenguaje; Pía, profesora de Inglés; Claudio, profesor de Arte; y yo, que soy profesor de Historia, después de la jornada regular, quedándonos hasta las 21 horas, apurados por terminar luego el proyecto. Supimos también quién iba a ser la directora, que en ese momento me pareció la mejor elección. Y además se hizo una selección de los alumnos que ingresarían a esta nueva experiencia, tras lo cual nos presentamos todos los profesores, más la directora, en una ceremonia muy relajada y entretenida.
Hasta que por fin salió... Y todo era felicidad.

El infierno empezó el 2010. Junto con el terremoto, vinieron muchos cambios en nuestro proyecto original. Y también en nuestros compañeros: Marco se atravesó con la nueva directora, porque de un principio no aplicaba el proyecto que habíamos hecho, por lo que lo cortó; a  Pablo le aserrucharon el piso, quedando fuera del proyecto, y entrando la mejor amiga de la nueva directora; al profesor de música no lo llamaron, prefiriendo a un amigo de un concejal. Una pena porque eran grandes colegas y habíamos formado un buen equipo.

Lo peor fue que el municipio que nos había prometido el oro y el moro para llevar el proyecto a la realidad NUNCA cumplió con lo prometido. Todos tuvimos que poner de nuestras cosas (libros, fotocopias, instrumentos, etc) para que el Liceo Bicentenario empezara a funcionar. La excusa fue el terremoto.

Así llegamos al primer día de clases. (continuará)

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